
Estamos en una miniserie donde aprenderemos que las matemáticas pueden ser extrañas en naturaleza, pero aun más las matemáticas de Jesús. Veremos cómo Jesús nos enseña un nuevo sistema en el que las cosas son contrarias a este mundo, como si fueran de un sistema diferente, de un lugar diferente, y a este lugar se le conoce como el Reino de Dios.
1. Introducción: La Lógica Invertida del Reino
Comenzamos con un principio fundamental: La lógica del Reino de Dios invierte la lógica común del mundo. Puede sonar como “malas matemáticas” a la “vieja escuela” de pensar, pero es la sabiduría de la “nueva escuela”, la escuela de Jesús.
Veamos cómo se ve esa matemática de Jesús:
- Ganamos perdiendo
- Recibimos dando
- Vivimos muriendo al yo
- Crecemos vaciándonos
- Ganamos soltando
Cada uno de estos enunciados rompe la intuición del “viejo escuela,” que nos enseña que acumular es igual a seguridad. Esto nos lleva a una pregunta clave: ¿Por qué Jesús se mete tanto con el tema del dinero?
2. Jesús Math y el Señorío
Según los estudios, alrededor del 25% de las enseñanzas de Jesús hablaban del dinero. Él toca esta fibra sensible porque sabe que nuestra lucha se centra en dos emociones primarias: el miedo a no tener suficiente o el deseo de tener más de lo que realmente necesitamos.
Jesús lo resume en una confrontación de señorío (Mateo 6:24):
Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas (Mamón).
Siempre servimos a un “señor”: o Dios, o el dinero. El dinero solo puede producir consumo o miedo. El Reino, por su parte, produce propósito y paz.
No busco que des aquí si no confías; practica la generosidad donde sí confías. Jesús no quiere algo de ti; Él quiere algo para ti.
Para que lo entendamos, Jesús aterriza esto con una historia concreta:
3. La Advertencia contra la Avaricia (Lucas 12)
Un joven interrumpe a Jesús (Lucas 12:13–15) y le pide: “Maestro, dile a mi hermano que comparta la herencia conmigo.” El joven busca un arbitraje para sus bienes. Jesús, en cambio, ofrece una advertencia y una visión profunda:
«¡Tengan cuidado! —advirtió a la gente—. Absténganse de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes.»
La enseñanza es clara: La vida no existe en los bienes. No es que las cosas sean malas, sino que no contienen vida verdadera. Como dice Eclesiastés 5:18-20, lo mejor es comer, beber y disfrutar del fruto de nuestros afanes, porque esto es don de Dios.
Pero, ¿qué sucede cuando la perspectiva es errada? Para que lo entendamos, Jesús cuenta una parábola.
La Parábola del Rico Necio (Lucas 12:16-21)
El rico tuvo una gran cosecha y su decisión automática fue: almacenar más para sí. Su perspectiva estaba equivocada. Observen el detalle clave en sus pensamientos (v.17–19), donde usa hasta 13 pronombres en primera persona: un claro ejemplo de yo-centrismo financiero.
La mentira base de este hombre era: “Mi extra es mío y para mí.”
La verdad del Reino es: Somos mayordomos, no dueños.
¿Dónde terminó su ‘plan perfecto’?
Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te van a reclamar la vida. ¿Y quién se quedará con lo que has acumulado?” (v. 20). La vida es breve; no puedes llevarte nada.
Muchos de nosotros tenemos miedo a la pobreza; deberíamos temer a la riqueza. – David Guzik
La Biblia nos advierte (1 Timoteo 6:9): Los que quieren enriquecerse caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Estos afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción.
Nuestra meta, como dijo Wesley, es: Ganar tanto como sea posible, ahorrar tanto como sea posible y dar tanto como sea posible.
Entonces, ¿qué es ser ‘rico para con Dios’ (v. 21)?
4. La Matemática del Reino (Lucas 12:22–34)
Jesús nos llama a cambiar nuestra preocupación por la prioridad (v. 22-31): El Padre Sabe lo que necesitamos.
- Fíjense en los cuervos y los lirios: Dios los alimenta (v. 24, 27-28).
- ¡Cuánto más valemos nosotros! (v. 24).
- “Vosotros, por el contrario, buscad el reino de Dios, y estas cosas os serán añadidas.” (v. 31). Dios añade cuando cambiamos el orden y buscamos el reino primero.
El mandato que nos da la clave para ser “ricos para con Dios” es (v. 33-34):
Vended vuestros bienes y dad a los pobres. [Este es el principio de la Generosidad]. Proveeros de bolsas que no se desgasten; acumulad un tesoro inagotable en el cielo, donde no hay ladrón que aceche ni polilla que destruya. Pues donde tengáis vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
Jesús nos enseña a guardar tesoros en el lugar correcto: en el Cielo, en Dios.
¿Qué produce en la vida real hacer este cambio?
La Mentalidad del Reino y el Gozo
La mentalidad del Reino nos lleva a recordar: “Hay más dicha en dar que en recibir.” (Hechos 20:35b). Un elemento clave en nuestro caminar cristiano es descubrir el gozo de una vida generosa.
Esto se resume en una relación directa: la felicidad es directamente proporcional a la generosidad

Nuestra visión debe estar anclada en la abundancia para ser generosos.
| Visión de Abundancia | Visión de Escasez |
| Dios es nuestro proveedor. | No hay un Padre que nos provea. |
| Somos Sus hijos. | Yo primero. |
| La vida es un regalo. | Pocas cosas para dar. |
| Más que suficiente. | Nos consume el miedo (Avaricia). |
| Generosidad para con los demás. |
Y la generosidad no es solo con el dinero; se extiende a nuestro tiempo, relaciones, regalos, influencia, etc.
5. El Crecimiento del Reino (La Fórmula Final)
La Generosidad no es solo una práctica ocasional, sino, una disciplina espiritual como lo son la soledad, la gratitud, la meditación, la compasión y el ayuno.
Si queremos que nuestra vida cristiana crezca, tenemos que poner en marcha estas prácticas espirituales e inspirar a otros. Estas prácticas nos ayudan a disminuir el YO (Generosidad vence a la Codicia).
Esto nos lleva de vuelta a nuestra fórmula:
La vida cristiana es inversamente proporcional al ego (“confianza en el yo”) e directamente proporcional a la dependencia de Dios.

La disciplina de la generosidad es la acción que hace que esta fórmula se cumpla, cumpliendo la declaración de Juan el Bautista: “Es necesario que él crezca, y que yo mengüe” (Juan 3:30).
Cierre
En última instancia, cuando Jesús es el centro, Él se convierte en el numerador (Dios) que gobierna nuestra vida, y la generosidad se convierte en la evidencia de que nuestro ‘Yo’ ha menguado ante Su señorío. Solo así la Vida Cristiana (VC) puede alcanzar su plenitud.
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